Cuando alguien ya ha abandonado la universidad y aconseja a un estudiante “aprovechar al máximo” la etapa universitaria, uno piensa automáticamente en disfrutar de la libertad que supone no tener cargas económicas y de disponer de su tiempo libre. Sin embargo, detrás de esta frase se esconde otra faceta más práctica y enfocada a otro tipo de disfrute: aprovechar la etapa universitaria para ir “abriendo boca” respecto al mundo laboral para que no te pille desprevenido llegado el momento.
No son pocas las personas que exprimen al máximo la dulce época de las aulas hasta el extremo de que el momento de buscar empleo se les echa encima antes de lo previsto. Una de las razones, además de creer que el momento nunca llegará, es el pesimismo inaudito que prodigan los medios. Si te dejas amilanar y recurres al “con la que está cayendo” y “las cosas están muy mal”, posiblemente entres en el saco de los que rechazan la idea de buscar trabajo porque “total, no voy a encontrar nada”. Pero debes saber algo: hay otro saco en el que, personas con la misma realidad ante ellos que tú tienes, deciden prepararse antes de terminar sus estudios precisamente para que el mercado y las circunstancias no les pillen tan vulnerables como uno sale de la universidad si no se ha movido antes.
Por eso, como te puedes imaginar, yo soy partidaria de interpretar la etapa de estudios como un regalo para ir planificando cuáles serán nuestras opciones, qué queremos hacer, cómo queremos conseguirlo, a qué estamos dispuestos para lograr ese objetivo, etc. Recuerda que aplazarlo o evitar pensar en ello no evitará que el momento llegue. Lo primero que debes hacer es hacerte DOS preguntas. Sí, solo dos:
1) ¿Quieres seguir estudiando o empezar a trabajar? En el caso de querer seguir estudiando, ¿por qué? No será una forma de prolongar la etapa universitaria y postergar la entrada en el mundo laboral, ¿verdad? Si es así, ojo a las razones equivocadas para estudiar un máster. Si, por el contrario, tienes claro que quieres especializarte en X para entonces dar tus primeros pasos, adelante.
Cuando se va acercando el abismo del final de la carrera, a muchos les entra el pánico y deciden estudiar un máster por pura inercia con la “excusa” de estar mejor preparados (a veces no tienen claro ni en qué les gustaría especializarse, pero piensan que en el CV quedará muy bien el título). Si no estás seguro de lo que quieres hacer, lo mejor es que vuelques tus esfuerzos en buscar un trabajo y conocer tu sector. Además, ponerte a trabajar no implica descartar la idea de volver a estudiar más adelante (ahora que hay másteres online, por ejemplo). No olvides que pocas cosas te hacen pisar más sobre seguro que empezar a trabajar para darte cuenta de lo que te gusta y lo que no. Una vez toques una o varias ramas, te darás cuenta de si te apetecería dedicar los próximos años a trabajar en ella.
2) Si decides que lo que quieres es dar el gran salto y empezar a trabajar, ya tienes una decisión sólida sobre la que dar los siguientes pasos:
a. Estudia tu sector. ¿Qué se pide? Mira ofertas de trabajo de todo tipo y observa qué tienen en común. ¿Piden inglés? Es el momento para sacarte un título (aquí puedes ver cómo me saqué el Proficiency por mi cuenta). ¿Qué características comparten todas las ofertas? De todos los requisitos, probablemente lo que te eche para atrás sea que, como la pescadilla que se muerde la cola, piden experiencia; experiencia que no puedes adquirir si nadie te da una primera oportunidad. Es una realidad complicada, pero es una realidad a la que todos nos enfrentamos al principio. Adopta, pues, la postura de quienes están en el saco de los que están dispuestos a lanzarse a la piscina y superar los obstáculos que se tercien: “Partiendo de la base de que piden experiencia y yo no la tengo… ¿cuáles son las cartas que puedo jugar?”.
Puedes jugar varias cartas. En primer lugar, y dado que tienes tiempo porque aún estás estudiando, analiza cómo puedes adquirir experiencia antes de llegar a un Empleo con mayúsculas. ¿Voluntariado? ¿Cursos con opción a prácticas? ¿Congresos o eventos en los que puedas contactar con gente que te pueda servir de contacto? ¿Estudio online con páginas tipo Coursera y MiríadaX? Estudia tus opciones de adquirir experiencia mientras estudias. Busca las empresas que te interesen (si quieres trabajar por cuenta ajena) o a qué clientes te quieres dirigir (si quieres trabajar por cuenta propia) y estudia qué valoran y requieren.
b. Estúdiate tú. ¿Cuáles son tus puntos fuertes y débiles? Si eres tímido, no querrás estar de cara al público; si te agobias con facilidad, no querrás aceptar un trabajo en el que busquen a alguien que sepa trabajar bajo mucha presión; si eres casero, no querrás optar a un trabajo que pida disponibilidad para desplazarse a menudo.
Aquí volvemos a lo que decíamos antes de analizar a qué estás dispuesto para conseguir tu objetivo. Una cosa es no tirarte de cabeza a una piscina que claramente es contraria a tus ideas y otra, rechazarlo todo porque nada se adapta exactamente a tu personalidad o circunstancias. Quien algo quiere algo le cuesta y a trabajar se aprende trabajando. Puede que te sorprendas de lo que eres capaz.
En cualquier caso, la personalidad de cada uno es un mundo y en lo que te debes centrar es en qué puedes ir haciendo en este ámbito: por ahora, con saber qué estás dispuesto a sacrificar, qué te ves capaz de ofrecer y qué límites vas a ponerte, es más que suficiente. Por ejemplo: “Creo que se me da bien explicar X, así que me veo capaz de trabajar de cara al público en X aunque me cueste, pero no estoy dispuesto a salir de mi ciudad”. Ahí ya estás marcando tus límites (no salir de tu ciudad), lo que estás dispuesto a sacrificar/superar (tu miedo a atender en público). Una vez adoptes esa postura, ya sabes qué tipo de trabajo va más contigo y las condiciones que te harán descartar un posible trabajo. Porque recuerda que no se trata de optar a cualquier trabajo por el hecho de trabajar y romper con las horrorosas estadísticas, sino de que ese primer empleo te resulte lo más atractivo posible, dentro de las posibilidades (estás empezando), para que te sirva para conocer por dentro el sector, lo que te gusta, etc. Si sales escaldado por no haber elegido bien dónde meterte, será contraproducente.
c. Deja que te estudien a través de Internet/redes sociales. Por suerte, en esta época tenemos a nuestro alcance cualquier tipo de información. Si no la encuentras, es que no la has buscado bien. Tener presencia en Internet es importante, aunque hay distintos niveles y no todo el mundo está dispuesto a todo. Por eso, yo distingo entre tres niveles de presencia:
i. Nivel básico: Es el que, te guste o no, debes tener. Se trata de dos factores básicos: estar en Google y tener un CV atractivo a la vista de quien lo busque. Primero, prueba a buscar tu nombre completo. ¿Qué aparece? Si el primer enlace es tu perfil de LinkedIn o una página de About.me, vas por buen camino (y siempre puedes mejorar más aún tu presencia). Si no aparece nada concreto, ponte las pilas. Posicionarse en Internet lleva tiempo y, por suerte, tú aún lo tienes. Créate un perfil y diseña un CV atractivo. El currículum del recién licenciado ha de ser impecable y estar muy meditado para maquillar la falta de experiencia.
ii. Nivel medio: Tener más que un perfil profesional, como una cuenta de Twitter o una página de Facebook en la que, quien te busque, pueda saber más sobre ti (cómo escribes, cómo te expresas, a qué le das importancia, cómo gestionas tu tiempo…). Aunque no te des cuenta, hay mucho que uno puede inferir al ver algo más que un CV. Ya para empezar, si tú tienes una red social que otra persona no, ya tienes más posibilidades de que te encuentren y, por ende, te conozcan. Esto es positivo siempre y cuando des una imagen profesional en ella, claro.
iii. Nivel avanzado: Estar presente en distintas redes, ofrecer distintos perfiles y escribir un blog. Ojo, escribir un blog es una buena herramienta para darse a conocer siempre y cuando seas constante, escribas contenido de calidad, bien escrito, relacionado con tu sector y en el que te muestres humilde (como estudiante, no puedes vender humo; eso causaría el efecto contrario en quien te encuentre).
Como ves, los momentos previos a la entrada en el mundo laboral pueden ser mucho más llevaderos si te lo tomas con calma y no se ven influidos por que se apodere de ti el agobio de “y ahora qué hago” en junio/septiembre. Lo más importante es recordar que, como he dicho antes, no pensar en ello no evitará que el momento llegue. Muévete antes de acabar la carrera. De ti depende que el momento te pille preparado o en tu caparazón. ¿Con qué opción te quedas?